sábado, 8 de diciembre de 2007



(buenos aires, sábado 8 de diciembre, 5:16 pm)

Agotado el cielo de esa puerca luminosidad que aplasta se viste esta tarde con encajes y tules grises.Todo parece a punto de caer.
Todo lo que duele lo subsana el dormir, me digo.Y duermo por un siglo.Pero confabulan en mi contra pesadillas ahi dentro: de pronto por todos lados aparecen cucarachas del tamaño de lauchas, con sus patas veloces y sus antenas como aguijones, y las aplasto con vehemencia, al borde del desquicio,y después con un martillo pequeño destrozo a golpes los marcos de puertas y ventanas hasta desvencijarlas y sacarlas de su lugar, y luego arremeto con furia y asfixia contra la pared de ladrillos carcomidos por la humedad.
En mi esfera cuadrangular de moho y sahumerios con perfume a mirra despierto agitado, bebo a las nueve de la mañana la copa de vino tinto que ha quedado intacta cuando me dormí.Por la ventana el amanecer enmudece mi ánimo.
Mi alma viaja ahora por rutas inasibles de otro continente al compas de "Epitaph" de King Krimson.La carretera es larga como un beso de amor primario en un bosque que jamás volveré a oler.Ni tampoco beberé aquel gusto de ciruelas que tu boca de cloaca masticó en obvia referencia a mi corazón arrancado de cuajo de su provisoria jaula de liberalidad nonata.
Metáfora nula.
¡Ojalá mueran todos los putos pájaros del mundo a la misma vez y caigan sus cuerpos como piedras sobre la tierra!
¡Sí, ojalá mueran todos en esta puta y negra hora!