sábado, 3 de noviembre de 2007

(buenos aires, sabado 3 de noviembre,8:40 pm)

Osjar en la guardia del Hospital Ramos Mejía. Azulejos blancos y tubos fluorescentes me lastiman los ojos que parpadean ; preludio de un largo sopor en el que he de caer. Afortunadamente.
Mi crisis-pánica se acentuó estos últimos días.La garganta me raspa como si hubiera estado construída de cuchillos nuevos; el zumbido constante en mis oídos; el temblor de las sudorosas manos que no pueden quedarse quietas de una reconchuda vez y que intentan encontrar reposo agarrando cualquier cosa que se presente como para sostenerse e intentar calmar este bestial impulso de energía sin control posible.
Angustia en mi pecho caliente a punto de ebullir como la lava del volcán, y el dolor punzante en los músculos de mis brazos, los dedos acalambrados, los glúteos endurecidos, la espalda contracturada.
¿Qué es lo que sudece de pronto? ¿Qué maldita y puta cosa no quiere salir concretamente?
Quisiera llorar de espanto y miedo. Tal vez las lágrimas expulsen tanto encierro que asfixia y que da náuseas.
Siempre estar aquí, aguardando que ésto vuelva a suceder. Ay, la repetición del espanto, la instancia soprpresiva de la muerte que juega a que muero de verdad.
Siempre aquí, en un lugar como éste, es no querer estar y sufrir una condena más.


(buenos aires, viernes 2 de noviembre,10:43 pm)

Sentado en el cordón de una vereda de Quilmes lancé de pronto el vómito más opaco y espeso de mi conchuda vida.Una obra de "arte efímero".Y hace tiempo, creo, estaba trabajando en ello, acumulando en el cuerpo organismos extraños y movedizos a la espera de un momento indeterminado que , por azar de la fortuna o el deseo, termina por determinarse cuando uno menos lo espera.Lo dije ya: ¡arte efímero o morir!
Alcohol,comida, pastillas y marihuana: Santísima Trinidad de la noche del jueves que de mi boca saltó al mundo revelando la verdad sin alaridos.Me aparté del mundo y contemplé sin asco lo que mi boca había exhalado sobre las baldozas.
El llanto, las babas y los mocos se conjugaron también en la escatológica ceremonia y fueron parte del encuentro de la bilis con el cosmos.
¿Qué más puedo pedir?
La luna y las estrellas en un cielo esmerilado como nunca antes visualicé otro. Y caras desconocidas mezclándose entre el frenesí de una música livianamente impalpable y el humo del cigarrillo y el ocultamiento de la hierba comunitaria. Idilio de lo lúdico y de lo inconsciente.
Se me acerco de pronto una perra solitaria y hambrienta que me olisqueó sin miedos y me auscultó con sus tristes ojos negros. Entonces le hablé. No recuerdo ahora las cosas que le dije pero supongo haberle revelado secretos que a esta altura del tiempo son hartamente pueriles y gastados.
Luego me parece recordar que regresé en un taxi a través de una autopista, mientras trataba de hilar palabras monocordes y audibles con el conductor. Sólo pensaba en bajar de una putísima buena vez de ese aparato que rodaba y tirarme en mi cama y no saber ya nada.Y eso fue lo que hice; el viaje duró menos de lo esperado y una vez en mi habitación me desnudé por completo, bebí dos litros de agua mineral Villavicencio mientras pensaba en mis azules montañas abandonadas quizá para siempre, siempre,y en un arranque de idiotez arrojé el paquete de cigarrillos sobre mi foto que cuelga en la pared mohosa como una moribunda sombra en tonos naranjas y sepias. ¡Aquel retazo de un instante!
Llamé por teléfono no se a cuántas personas mientras canturreaba algo parecido a un inglés inentendible y que repetía melodías new wave de Blondie:"call me!".
Desperté a alguien que no lo esperaba y que blandamente soportó mis vacuos sollozos de borracho imbécil hasta convertirlos en risas y parlamentos incongruentes. Practicidad de otra alma que me contiene como un huevo pardo en el nido entretejido entre el follaje.
No recuerdo más. La exagerada dosis autoaplicada de clonazepam que circulaba en mi cuerpo como de títere deshabitado adquirió un perfil independiente de mí.
Laxo este cuerpo, ese cuerpo otrora mío, hoy se movió todo el día entre las luces y la multitud de un modo por demás extraño, como un enorme transatlántico que demora mil siglos desde que zarpa hasta hundirse en el acuático horizonte de adelante.