sábado, 3 de noviembre de 2007

(buenos aires, sabado 3 de noviembre,8:40 pm)

Osjar en la guardia del Hospital Ramos Mejía. Azulejos blancos y tubos fluorescentes me lastiman los ojos que parpadean ; preludio de un largo sopor en el que he de caer. Afortunadamente.
Mi crisis-pánica se acentuó estos últimos días.La garganta me raspa como si hubiera estado construída de cuchillos nuevos; el zumbido constante en mis oídos; el temblor de las sudorosas manos que no pueden quedarse quietas de una reconchuda vez y que intentan encontrar reposo agarrando cualquier cosa que se presente como para sostenerse e intentar calmar este bestial impulso de energía sin control posible.
Angustia en mi pecho caliente a punto de ebullir como la lava del volcán, y el dolor punzante en los músculos de mis brazos, los dedos acalambrados, los glúteos endurecidos, la espalda contracturada.
¿Qué es lo que sudece de pronto? ¿Qué maldita y puta cosa no quiere salir concretamente?
Quisiera llorar de espanto y miedo. Tal vez las lágrimas expulsen tanto encierro que asfixia y que da náuseas.
Siempre estar aquí, aguardando que ésto vuelva a suceder. Ay, la repetición del espanto, la instancia soprpresiva de la muerte que juega a que muero de verdad.
Siempre aquí, en un lugar como éste, es no querer estar y sufrir una condena más.

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