sábado, 3 de noviembre de 2007

(buenos aires, viernes 2 de noviembre,10:43 pm)

Sentado en el cordón de una vereda de Quilmes lancé de pronto el vómito más opaco y espeso de mi conchuda vida.Una obra de "arte efímero".Y hace tiempo, creo, estaba trabajando en ello, acumulando en el cuerpo organismos extraños y movedizos a la espera de un momento indeterminado que , por azar de la fortuna o el deseo, termina por determinarse cuando uno menos lo espera.Lo dije ya: ¡arte efímero o morir!
Alcohol,comida, pastillas y marihuana: Santísima Trinidad de la noche del jueves que de mi boca saltó al mundo revelando la verdad sin alaridos.Me aparté del mundo y contemplé sin asco lo que mi boca había exhalado sobre las baldozas.
El llanto, las babas y los mocos se conjugaron también en la escatológica ceremonia y fueron parte del encuentro de la bilis con el cosmos.
¿Qué más puedo pedir?
La luna y las estrellas en un cielo esmerilado como nunca antes visualicé otro. Y caras desconocidas mezclándose entre el frenesí de una música livianamente impalpable y el humo del cigarrillo y el ocultamiento de la hierba comunitaria. Idilio de lo lúdico y de lo inconsciente.
Se me acerco de pronto una perra solitaria y hambrienta que me olisqueó sin miedos y me auscultó con sus tristes ojos negros. Entonces le hablé. No recuerdo ahora las cosas que le dije pero supongo haberle revelado secretos que a esta altura del tiempo son hartamente pueriles y gastados.
Luego me parece recordar que regresé en un taxi a través de una autopista, mientras trataba de hilar palabras monocordes y audibles con el conductor. Sólo pensaba en bajar de una putísima buena vez de ese aparato que rodaba y tirarme en mi cama y no saber ya nada.Y eso fue lo que hice; el viaje duró menos de lo esperado y una vez en mi habitación me desnudé por completo, bebí dos litros de agua mineral Villavicencio mientras pensaba en mis azules montañas abandonadas quizá para siempre, siempre,y en un arranque de idiotez arrojé el paquete de cigarrillos sobre mi foto que cuelga en la pared mohosa como una moribunda sombra en tonos naranjas y sepias. ¡Aquel retazo de un instante!
Llamé por teléfono no se a cuántas personas mientras canturreaba algo parecido a un inglés inentendible y que repetía melodías new wave de Blondie:"call me!".
Desperté a alguien que no lo esperaba y que blandamente soportó mis vacuos sollozos de borracho imbécil hasta convertirlos en risas y parlamentos incongruentes. Practicidad de otra alma que me contiene como un huevo pardo en el nido entretejido entre el follaje.
No recuerdo más. La exagerada dosis autoaplicada de clonazepam que circulaba en mi cuerpo como de títere deshabitado adquirió un perfil independiente de mí.
Laxo este cuerpo, ese cuerpo otrora mío, hoy se movió todo el día entre las luces y la multitud de un modo por demás extraño, como un enorme transatlántico que demora mil siglos desde que zarpa hasta hundirse en el acuático horizonte de adelante.

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