jueves, 2 de agosto de 2007

(mar del plata,playa grande, jueves 2 de agosto,2:21 pm)

Tres gorriones sobre el escalón, una gaviota gris con el pecho negro,otro pájaro en la rama del arbusto esquelético de al lado, la inmensidad verdosa del inquieto océano que miro y brama, el cielo nunca menos azul que hoy, y yo.
Pienso en qué pensar e invento pequeñitos instantes de un film donde alguien cae al agua helada y otro corre, corre sin gritar con la respiración agitada y su corbata negra es como una serpiente dormida enroscada en su cuello blanco, y corre porque el miedo lo hace correr y no piensa en nada, sólo en correr, y corre y corre por entre peñascos, escaleras, y las uñas de sus dedos se clavan con odio o desesperación en la superficie musgosa que cubre a alguna piedra enorme , y el viento le quema los pómulos y su agitación veloz le raspa dentro del pecho, los pulmones sufren un dolor agudo, y sus ojos se llenan de lágrimas que no caen pero que le nublan la visión,y corre y corre.Mientras,el otro cuerpo es arrastrado en un vaivén siniestro por las desagarrantes ondas del mar.Sus labios ya morados y la ropa como una vieja piel elastizada cubriendo el esplendor mojado de su muerte.
Sin embargo,este pensamiento,el pensar en esta escena fortuita,no me satisface del todo. Espero una señal auténtica y consumada que no provendrá de la naturaleza; y como no llega, pues me entretengo en orfandades de imágenes siempre recurrentes:el mar, dos personas, una que muere, la otra no.
Un barco a lo lejos está quieto desde hace siglos, creo yo,como una piedra.

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