jueves, 13 de septiembre de 2007

(buenos aires, jueves 13 de setiembre, 3:15pm)

Soñé que me mataba,pero esta vez, al contrario del último intento, lo lograba.Exahusto mi cuerpo adromecido para siempre desde la lejanía sin luces escuchaba gritos de espanto y de dolor de mis hermanos, de mi madre.
Nada sentí, quiero decir, ninguna pena, ningún remordimiento, ningún deseo de revertir los hechos;ni siquiera la trágica escena de afuera me provocaba alguna sensación.Estaba bien asi; asi ha de ser cuando acontezca.
Entonces desperté, en mi habitación de dos por tres metros,metida en un altillo gris, al fondo de un pasillo con forma de vulgar y simple laberinto. Escondida habitación donde de pronto comprendí que estaba vivo,que todo había sido un sueño. Vivo y encerrado, perdido, metido como una cucacracha en la ciudad que encierra cinco millones de seres humanos.
Desde el techo caen, con similitud de reloj, pequeños trocitos de reboque seco.A veces sobre mi cabeza, otras sobre la mesa donde aguardan para ser leídos un par de libros , dos copas de cristal frente a un espejito, una botella de vino Santa Julia vacía desde hace cuatro días, un despertardor celeste alemán que me robé en un hostel de San Telmo hace un año atrás.
En el equipo de sonido suena esa canción tan larga y tan de carretera de King Crimson que hace días no puedo dejar de escuchar y escuchar, y entonces recuerdo a Pablo y comprendo perfectamente el estado emocional y mental de aquel momento en que decidió colgarse con un cable, envolviéndolo cuidadosamente con una toalla limpia y perfumada, en su habitación de Guaymallén.Y pienso en Pablo muerto sintiendo nada.
Y en mi cabeza revolotea como un pájaro asustado aquella imagen de Kerouac describiendo el ascenso a una montaña infinita y muda como un Buda, y en el ascenso recitando haikus, y deseando quedarse allí, contemplando toda California, hasta es posbile que a la mismísima Nebraska, dice,desde esa altura de belleza indescriptible,y allá, abajo , en la ciudad se pudren en cochinas relaciones los que no eligieron beber la ambrosía del Encuentro Supremo con uno mismo y cabalgan en sus autos último modelo, con sus chicas-tetas-culo-raja por las habitaciones pútridas de hoteles donde miles han cojido y han llorado su miseria de mierda y su vacío del otro, sin comprender jamás que ese "vacío" es la esencia primitiva de todo el cosmos.Nada somos, Nada es, Nada siempre.
Apago a Crimson, enciendo un Parliament, abro la ventana.Estoy con mis boxer rojos , mi pene como una roca, y el frío que entra entumece mis músculos y eriza hasta los más ínfimos bellos de mi pelambre humana.Afuera algunos edificios,por el medio de éstos, en alto, una carretera por donde pasan y pasan y pasan autos, noche y día; careteles de telefonías celulares,gris marmóreo cielo.
Anoche morí, me maté,no sé quién soy ahora, me desconozco hasta en pensamientos.
Sólo sé que estoy encerrado, y son las dos y media de la tarde, y apago el cigarrillo y muerdo una brillante manzana verde y cierro la ventana, y me pongo los pantalones, y una gorra que viajó desde Miami a Mendoza y que ahora me pertenece, y guardo el celular que hace veinticuatro horas que no suena.O tal vez esté muerto, muerto como yo que me maté anoche. Y encima de la mesa leo el boceto de mi próxima obra de teatro que dice : "muerto de mí me miro muerto" y recito mirándome al espejo aquellos versos de Santa Teresa: "vivo sin vivir en mí/ y de tal manera vivo/ que muero porque no muero".
Pongo la cadena y el candado enroscándolos cuidadosamente a la baranda de la escalera y pasándolo luego por el agujero donde debiera existir la cerradura. Bajo la escalera y me meto al baño y meo y me miro al espejo y me acomodo el pelo ahora cobrizo, por momentos colorado, y salgo y llueve levemente.
En el restaurant de la esquina hay dos mesas de villar, y en la ventana que está justo en la ochava tres viejos juegas al dominó.
Hoy morí, me suicidé.
No tengo brazos que me abracen y pronto llegará la puta primavera.

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