lunes, 24 de septiembre de 2007

(buenos aires, lunes 24 de setiembre, 2:03 am)

Llego a casa espantado por el furioso y frío viento que recorre las calles como un fantasma corporizado, y al entrar tomo asiento y me miro en el pequeño espejo que puse sobre los cds, y tomo una sopa caliente, con trozos de pan y queso y sorbo ,de a poco, para que dure más , la última copa de vino de ésta botella que ya es un cadáver translúcidamente verde.
Sobre la cama desparramados los libros que he devorado éstas semanas: Kerouac , Wilcock, Lagërkvist, la mitad de Artaud,la mitad de Broock, mezclados con revistas, billetera, ropa, desodorantes,llaves y candados y cadenas.Separo de entre ellos a Pessoa;mi próximo vínculo con lo real.
Entonces se me ocurre la idea de colocarme las gafas negras y convertirme así en un personaje de Kitano o de Tarantino,especialmente preparado , bebido y comido ,para un próximo asesinato por descuido o por honor.Me desnudo de la ropa que llevo puesta y me coloco un traje , camisa blanca y corbata negra.Hace mucho que no bailo, pienso. Amo bailar. Si no bailo el mundo se detiene y entonces sí, devendrá la muerte sin metáforas.
Sin dudarlo elijo el cd apropiado y busco el tema preciso;no me es dificultoso dar con él: "Wang Dang Doodle" de Koko Taylor ,y bailo.
Esta es mi pequeña joya, pienso;éste es mi pequeño espacio, mi pequeño mundo, mi habitación que me protege como un útero eterno, y bailo, bailo, bailo.Muevo con hermetismo de personaje glacial mis rodillas, contoneo hacia izquierda y derecha mi cadera de huesos blancos;los brazos y la cabeza meneándose como una marioneta impávida. Y río. Soy feliz.Tan feliz que no puedo para de bailar el mismo tema que repito una y otra ez, y mi cuerpo se humedece y la temperatura aumenta y me desnudo y quedo en calzoncillos y con las gafas oscuras que me alejan de esa intensidad ajena y ridícula de afuera.
¡Oh, pequeño paraíso que soy yo!
En un rato me introduciré bajo la luz de dos velas amarillas, pienso,ubicadas detrás del respaldar de mi cama, justo en un agujero incomprensible en la pared, como un túnel hacia arriba, y antes de dormirme repetiré en voz baja, casi como en una letanía,el sonido imantado del rey de todos los sutras: "Myoho-renge-kyo", tan sólo para probar captar la verdad mística que en mi interior se atesora intacto y cierto como un nido en la frondosa copa del árbol más alto y tupido del bosque.
Tal vez, incluso, pienso, sueñe que soy un farol en el fondo de una calle adoquinada que nadie ha diseñado aun, y se posen en mí inadvertidas mariposas sin color, de esas que pueblan la noche, junto a los grillos, los murciélagos y los revólveres apretados contra la sien.Y elevando la plegaria hacia una divinidad que es pura y solamente energía- sin pupila de dios, sin aliento de hombre, sin mueca de pez- habrá acontecido un día más en el camino.
"Hago paisajes con lo que siento", diría Bernardo Soares.

No hay comentarios: