sábado, 10 de noviembre de 2007

(buenos aires, domingo 11 de noviembre,1:02 am)

"carambolas hace el bichito diminuto sobre el foco que desparrama una luz amarilla recién vengo de caminar veintisiete cuadras seguidas y sin detenerme a respirar la calle está fría como un polo dentro del bolsillo la porcelana de tus dientes manchados gira en mi memoria y se que no debo pero te sueño y los ojos tuertos de aquel puto almibarado los desprecio por innobles y por no tener alquimia verdadera el viento cruje raja su ira trasnochada viejitas rococó cenan en avenida de mayo con dentaduras postizas en los postigos la jaula del pajaro tucán amorfo quedó cubierta con una franela anaranjada y las catedrales exhalan un vaho de sombras paupérrimas y anónimas que jamás tuvieron durante siglos ningún ánimo de proteger a nadie en sus escaleras olor a destierro y orín de perro enjuago mi pena de la punta de mis labios y amarga el ardor de estar solo con un cigarrillo detrás del otro la cara del kiosquero tiene granos negros y una camisa que abierta muestra parte de su cuello como un bofe transpirado y pido halls de uva y un parliament veinte box y nada más gracias querés veinticinco centavos le pregunto y no escucha y esas serán las únicas palabras que diré esta noche y mejor me abofeteo la nalga derecha que se me llena de hormigas que me pican por dentro o será que me habita una marabunta escuálida que cada tanto se despierta y en la esquina de mi habitación menos mirada mi ángel sin sombra permanece callado observándome vaciar un litro de merlot o de malbec cada noche y hace unos días cuando soñé que estaba viviendo en una casa cubierta de agua y desperté gritando se acercó me tocó la frente palpandome la fiebre y colocó un cd y me relajé porque sabía que escogería la música adecuada y un tormentoso inicio del piano de Béla Bartók que después se transforma en brisa sobre la planicie como si después de un trueno que hace estremecer las paredes y los techos la lluvia cayera mansamente y en silencio sin ser paranoicamente estridente y pienso en la diferencia entre un cordero de lanas y un cerdo de pelos duros a la hora exacta en que serán sacrificados el silencio de uno y el griterío del otro qué será de todo esto que se me escapa de los dedos como una corriente sanguínea que va de mi cerebro en atómicas descargas y termina en las nervaduras de las yemas de los dedos sobre este teclado prestado que no es mío pero que hago mío porque algo en este puto mundo me pertenece y no soy un niño en la bañadera ni un adolescente escuchando Sonic Youth ni un casado con su señora esposa en un cumpleaños de quince comiendo una torta de chocolate ni un viejo en un asilo mirando el arbolito de navidad y tratando de recordar cómo se llamaba el primer jefe que tuvo en la estación Luzuriaga cuando se enamoró de los trenes allá por el cuarenta y siete y la ventilación me seca la nariz como si atravesara el desierto más seco del planeta y quiero dormir o vomitar este asco repentino que ha creado una culebra de pús que viaja de mi estómago a mi esófago y odio los puntos finales cuando la construcción lingüística es una verga fláccida que se guarda dentro del calzoncillo y se cierran los párpados y el cuerpo entero se transporta hacia el sueño o como alguien dijo acerca del sueño algo como el territorio más próximo a la muerte o el ocaso de la rosa de los vientos oh la mierda de ensoñación de la rosa de Coleridge y su pretensión romántica de puntos cardinales inexistentes excepto por las onomatopeyas que circulan por los satélites que orbitan y rastrean despojos de amor y me harta la codicia que se enferma por tener felicidad y digo fin del día de hoy"

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