viernes, 9 de noviembre de 2007

(buenos aires, viernes 9 de noviembre, 3:28 am)

Parque inundado de mosquitos frente al Hospital Garraham. Tercer encuentro. El cielo arriba se expandía como una esponja nueva en el agua.Entre difusas nubes, como últimos despojos de una tormenta efímera, se abren paso entre los edificios que parpadean un centenar de estrellas que iluminan tu ojo derecho y tu ojo izquierdo por primera vez.
Me ví como revestido de escamas de oro; plumas de oro, sin la osadía de recuperar la elementariedad de Ícaro.
"Algo" de pronto viene hasta nosostros mientras nos besamos con los ojos abiertos y mudos de tejidos extraños a mil años luz de este territorio. Las bocas sienten el ardor. Beso consumado.Y ese "algo" que de inmediato llega como un monstruo invisible, un maleficio insospechado,y nos agrede con gratuita violencia. Irrupción de pedradas sobre el cristal esmerilado.
¡¡¡Crash !!!
El mundo suena como una torre de vasos que se hace añicos.
Con esa asqueante desmesura de cobardía ante quienes indefensos construyen castillos en la arena, ese "algo" nos rebota en las mejillas, nos patea el culo, nos muele a latigazos en la espalda.
¡¡¡Crash!!!
¡La putísima madre que los remil parió!
Es una película clase B.
Ahora en el interior de un patrullero con olor a sahumerio pareciera sentirme protegido. Policía: ¿el útero de las nuevas sociedades descontroladas?
¡¡¡Crash!!!
Ninguno de los dos polis me hablaba; mis ojos revolvían la ciudad a través de las ventanillas del auto. Estabas en otro patrullero buscando también a ese "algo" que irrumpió y dividió la noche en dos, en tres, en mil pedazos.
No se cuánto tiempo estuve allí dentro dando vueltas y los polis frenando en las esquinas, arremetiendo con sus faroles de luz brillante y diciéndome: -"¿Son éstos?".
No ,decía yo. (No se nada, decía yo por dentro).
Y así perseguimos sombras raquíticas,caras deformes alrededor de hogueras improvisadas con cartones, olor a marihuana que ya no se disimula,ojos de ratas que brillan de odio y que ocultan sus dientes y aprietan las piernas en sus jeans sucios.Caras sin piedad ni capacidad de relacionar las crueles formas esenciales que mantienen vivo a este sistema de mierda.
Pero yo no tengo la culpa tampoco, me digo.Yo no.
Sobre los lustrosos adoquines de la noche la patrulla que me transporta emite intermitencias de luz azul y blanca que rebotan contra amarillos paredones meados y con retazos de carteles de publicidad política.Uno de ellos dice: "Sabemos lo que falta. Sabemos cómo hacerlo".
Enciendo un Parliament sin preguntar si puedo.Las puntas de mis dedos se queman. No tiemblo. Estoy en la captura, soy un zorro detrás del conejo.Huelo la victimización en la que nos construyeron enemistados.
Y ahí estaban de pronto, sólo cubiertos por unos miserables calzoncillos.Uno sollozaba sobreactuando, el otro adquiría gesto de cordero y no mostraba la cara. Los ví cercados y me sentí dichoso de la cacería.
Quiero lo que es mío. Nada más. El resto es nada.
¿Qué es y dónde está la justicia?
Preso en esa hecatombe desatada no sentí piedad, ni dí lugar a sentirla;mucho menos lástima.Sólo un profundo asco por sentirme o sentirnos desprotegidos contra la maldad que anida como huevos de anaconda en la textura tosca del corazón humano.
Y estabas ahí, a salvo. Respiré tranquilo.El resto es nada.
No quiero estar así.Pero todo es así.
Mi espada la perdí esta noche.

No hay comentarios: