jueves, 13 de diciembre de 2007

(buenos aires, jueves 13 de diciembre, 9:10 pm)

Haber resistido todas las congojas me redime por completo de la textura ostra de las jaulas.
Como un orangután de amianto levanto polvareda con mis pasos incongruentes y el humo del cigarrillo lo expulso por las fosas nasales, tal cual aquel viejo truco que tanto divirtió a la gente en el circo y que me fue enseñado por medio de latigazos y el permanente castigo del domador al no dejarme provar bocado alguno al final de cada jornada.
Debo confesar, no sin un cierto dejo de orgullo pueril, que al principio, cuando llegué, fui un simio tremendamente grotesco,solitario, agresivo e irreverente, pero nada hay que el tezón y la codicia humana no pueda trocar con su poder y sus criminales actos que causan espanto hasta la más feroz de las bestias de mi reino.
Ahora que ya estoy absolutamente domesticado, y visto con cierta elegancia que a más de uno causará envidia y sorpresa y que, además ,soy libre, bebo un vaso de Coca Cola con limón en Avenida Santa Fé.
Otros simios me miran al pasar, me otean con sus ojos brillosos y murmuran cosas que no alcanzo a escuchar, y me sonríen.
Tal vez, deben recordar mis rutinas en la arena de la pista central que me tuvo prisionero de la mirada ajena.
Otra razón no encuentro a esos gestos de amabilidad desconocida.

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