domingo, 9 de diciembre de 2007

(buenos aires, domingo 9 de diciembre,9:21 pm)

Apago el celular.Hoy no estoy o nunca existí.
Es domingo y camino desde el sol a pleno hasta la tarde que con economía distribuye entre las calles delicadas y refrescantes ráfagas de brisa que se escapan del río.
He visto a un viejito con la barba larga y blanca, su ropa blanca también,sentado en un diminuto banco, tocando en su flauta dulce una melodía paupérrima pero liviana.E imaginé de pronto a un personaje escapado de los cuentos de Charles Dickens,surrealistamente en medio de la peatonal Florida, solitario y sin lograr rescatar la atención de los transeúntes, sobreviviendo allí, ignorado por otros e ignorante de todo cuanto sucede a su alrededor,sólo embelesado por esas tenues notas que el ruido de la ciudad aplasta.
Y la ciudad desnuda sus piojos y pirañas: su imponencia de luces, edificios con ventanas que enfrentan a otras ventanas, multitudes buscando en las vidrieras de los negocios alguna nueva adquisición para su miserable vida de consumo masivo en pos de la felicidad publicitada.
Tangos electrónicos y chicas alemanas miopes comprando mates;artesanos con opacas rastas decoloradas ofreciendo collares de piedras,tapices de lana comprada en ofertas en algún negocito de Once,retratos caricaturizados en el momento,pipas de acero inoxidable talladas con motivos incaicos o barquitos de madera finamente confeccionados encerrados sin mar dentro de botellas de Legui.
Bajo un palo borracho ,como un marciano que se sostiene en medio de la 9 de Julio,frondoso en su orgullo vegetal, un policía teclea en su teléfono mientras a su alrededor, en la avenida,se desparraman con locura los automóviles.Escupitajos de guanaco en sillas de rueda.
Me descalzo tímidamente y el pasto me pincha la planta de los pies.
Acabo de mirar "Ciudad no muy extensa" de Clorindo Testa.
Ahogo un grito.Desparramo por mis venas el aire para que me recorra como la sabia al arbusto más ordinario de la maleza; y la respiración controlada ya me redime de huir despavorido del espanto de tanta lejanía y de tanta soledad.
¡Alguien soy debajo o detrás de la galaxia!
Y la elección de este camino, absolutamente mía,no puede producirme tristezas ni desmayos repentinos de dolor.
Mi fortaleza es mi mente.
"Nam-myojo-rengue-kyo".
Más de un suicida acumularán las crónicas periodísticas mañana o los sumarios policiales.Morgues de cloroformo donde identificar ausentes sin previo aviso.Repugnancia por el hastío ajeno.Incomprensión humana. Desolación eterna.Historias de adioses de los que nunca dijeron adiós.
Guardo mi lapicera como el equipaje crucial y voy hasta mi neutro hogar. Pocilga de poeta malparido y fracasado. Literatura snob y chata que no mudará en emociones ajenas.
La tinta, pienso ahora, un día se acabará y entonces me desintegraré en un mar muerto de palabras o compraré otra nueva para seguir registrando todo cuanto no sucede en el corazón que se añeja como una breva madura fuera de estación.

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